Depués de demolerla en solo 34 segundos, la californiana se acordó de las palabras que Correia le dedicó en el pesaje.
Lo que Correia no sabía -o eso afirma ella- es que el padre de Rousey se suicidó cuando ella era tan solo una niña. Pero aunque pidió perdón ya era tarde. El enfado de la californiana era descomunal y no tenía marcha atrás. Prometió «demoler» a su rival en «el combate más personal» de toda su carrera.
El que la campeona no aceptase sus disculpas también enfadó a Correia, lo que llevó a ambas a un pesaje en el que la tensión podía palparse. Fue entonces cuando Correia, en una nueva fanfarronada, le dijo que no llorase cuando perdiese la pelea.
Rousey no lloró. Incluso si hubiera querido hacerlo durante la pelea no habría tenido tiempo de hacerlo, pues su rival brasileña apenas pudo aguantar 34 segundos el vendaval de golpes que le llovió de los puños de la estadounidense. Ésta, que había ganado la mayoría de sus peleas por agarre y sumisión, se lanzó esta vez -como había prometido- a demoler a su rival a golpes.
Y al final, pese a la descontrolada adrenalina del momento, Ronda Rousey se acordó del pesaje y de las palabras de su contrincante para dirigirle, mientras estaba tumbada en la lona, su fría venganza con un breve y conciso mensaje: «¡No llores!»
Fuente: abc.es
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