Intentaré transmitirle parte de la filosofía
de nuestra escuela de Karate-do, haciendo hincapié en, algo que tanto nos
afecta en la vida actual y en los tiempos que estamos viviendo.
¿Qué hago? :
Si me
insultan en la calle.
Si me
provocan para pelear.
Si me
atacan.
Existe una diferencia esencial entre
entrenarse para cualquier actividad deportiva y hacerlo en un arte marcial, y
ésta radica en la responsabilidad social en el manejo de la violencia y en el
objetivo o meta que persiguen uno y otro.
El karateca busca una profunda
transformación interior, la práctica disciplinada, el control metódico, el
perfeccionamiento de los katas (formas) o la rapidez en el Kumite (combate
libre), son sólo Instrumentos para lograr una transformación interior guiada
por un modelo-hombre y con un preciso sistema de valores; donde existe la
paciencia, la humildad, el amor por la justicia, el respeto a la ley y la
prudencia.
Es muy importante que estas valoraciones
sean Internalizadas y vivenciadas por el karateca desde joven. Cuando decimos
el karateca debe soportar lo insoportable, no nos referimos a esfuerzos físicos
en el entrenamiento, sino a su capacidad para tolerar la injuria y el insulto. El viejo apotema dice: si te
insultan calla, si te persiguen, huye, y si te acorralan, matas. Esto es la
ética de un hombre amante de la paz, que tiene un enorme poder dentro de sí,
pero que lo reserva para una situación desesperada, donde está en juego su
vida, no su amor propio, y esto es profundamente Cristiano o religioso, según lo que profese y está en los orígenes
de una cultura milenaria como la de Japón.
Detengámonos un minuto para comparar este
marco de referencia con los valores de la sociedad en que vivimos agresiva,
machista, autodenominada "occidental y cristiana".
Un
practicante debe ser la contrafigura
de un matón: personaje soberbio que para imponer sus intereses prepotea a sus
pares y usa indiscriminadamente su fuerza física. La lucha central del artista
Marcial es contra sí mismo, para vaciarse interiormente de todo oscuro impulso
de agresión, para desechar los resabios de fantasías adolescentes, de omnipotencia física personificada por
los muchachitos de las series de televisión norteamericana.
El principiante debe percibir por la enseñanza de sus maestros que el camino
de la humildad, la benevolencia y mansedumbre
llevan hacia la paz interior que es una fuente de felicidad o gratificación
la violencia debe estar siempre subordinada
a la justicia y no a su interés personal, y usada como el último de los recursos, al que un ser humano puede recurrir sólo en
situaciones desesperantes.
Por Daniel Segalis, 7mo DAN Kyoshi de Karate-Do Kyudokan
Rengokai (sordo)
e-mail: danysyl2@gmail.com
Facebook: “Daniel Segalis”
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